sábado, 22 de septiembre de 2007

Boceto de Barbara

-¡Te dejo los platos! Chau (dijo su madre desde la cocina)
Lucia no respondió al saludo de su madre. Solo se escuchaban algunos ladridos lejanos en la habitación de Lucia, quizás desde otra manzana. Dos horas atrás se había acostado, creyó que de tal modo podría dejar de pensar en todo aquello que le daba vueltas en la cabeza, resurgían y se recreaban las voces y los sonidos que había escuchado ese día. Luego de una hora de intentos en vano decidió prender alguna luz y callar por unos minutos el silencio de su departamento para espantar la soledad a la que estaba acostumbrada.
Prendió el velador que había junto a su cama, sobre su mesa de luz. La cubría un acolchado blanco de plumas esponjoso y que resultaba confortable tan solo de verlo. Se descubrió. Llevaba puesto un camisón gris de verano con vivos en azul. Se levanto y se puso unas chinelas rayadas blanco, rosa y fucsia. Camino con lentitud por su habitación en penumbras y se dirigió a la cocina donde se encontró con mas luz que en el resto de las habitaciones. Se sentó en una silla que había junto a la mesa con patas de fierro y una tabla de madera lustrada. Sobre la misma quedaban algunos restos de lo que había cenado hacia unas horas, también un teléfono azul que pertenecía a al ambiente contiguo pero que el cable alcanzaba para ubicarlo mas al alcance de la mano, sobre la mesa también había una cuchara de esas que se compran en bazares de diseño industrial muy conocidos. Todos los objetos que la rodeaban eran parecidos en cuanto a estilo y muy atractivos a la vista de cualquiera que fuera de visita.
Se alejo de la mesa arrastrando la silla hacia atrás con su cadera, sosteniéndose de la mesa con sus codos y se ubico como una criatura, con ambos brazos apoyados en la mesa y su mentón sobre la cruz que formaban los mismos. Tomo la cuchara con desgano, la observó del mismo modo, la giro sobre su eje con el pulgar acompañado por el índice. Vio una y otra cara repetidas veces, por momentos se detenía en algunos reflejos que le llamaban la atención y continuaba.
La cocina estaba iluminada por un resplandor blanco que convertía en un solo plano a todos los muebles y objetos que decoraban con sutileza. Todo estaba inmóvil, lo único que parecía tener vida era el reloj del microondas, una lucecita color verde fluor que hacia intermitencia infinita mientras estuviera enchufado.
La madrugada la había alcanzado, eran las dos y continuaba sin saber que hacer con la mitad superior de los ojos cubiertos por sus parpados. No lograría dormirse esa noche, esperaba como si algo estuviera por suceder. Y continuo esperando sentada muy relajada en la incomoda silla de la cocina. Sus ojos revoloteaban con lentitud de un lado a otro, recorrieron cada uno de los rincones de su alrededor, desde el ventilador que daba al patio del edificio hasta sus propias manos, pasando por las alacenas color celeste impecable, algunas con pequeñas ventanas que dejaban ver las tazas de colores y algunos vasos. Sobre la mesada, un pequeño cesto de basura también en color celeste pero mas oscuro, algunos vasos recién lavados, dos platos, una taza con yerba usada junto a una de las canillas, también un cenicero con la insignia de un bar cubano y junto a la pequeña ventana debajo del ventilador había un a radio. No sabia si prenderla o no. Tenía el vivió de escuchar Revolver, de Los Beatles, que estaba casi rayado. El problema de esos discos es que en algunos momentos pueden resultar ser lo mejor para los oídos, cada tema que sigue es mejor que el anterior, pero en ese momento no quería hacer nada de lo habitual, quería desencontrarse quizás, entonces prendió la radio en AM. Luego de unas palabras del locutor comenzó a escucharse (*), no tenia idea de lo que estaba escuchando, pero la hizo sentir bien. Se sentó sobre la mesada de mármol helada, pero su expresión no delataba ningún disgusto. Abrió el cajón que había detrás de sus piernas colgando, esos cajones en donde se acumulan las cosas que no pueden clasificarse demasiado en una casa, había algunas herramientas, fósforos un magiclick rojo y blanco, una libreta pequeña con tapa estampada, cajas de fósforos, facturas de teléfono, lapiceras y alrededor de doce atados de cigarrillos vacíos, otros empezados y varios sin abrir aun. Eran muchas cajas azules que se veían apenas uno abría el cajón, su madre los compraba en cantidad para que nunca le faltaran. Tomo una de las cajas empezadas y una pequeña de fósforos con una foto tipo postal de Grecia en la tapa, saco uno de los cigarrillos totalmente blancos y lo prendió como si fuera una habitual consumidora, luego de una larga pitada apoyo ambas manos sobre la mesada, inspiro profundamente Posible final 1: y continuo en su sitio esperando.

Posible final 2: se bajo de la mesada, se paro con los brazos flexionados hacia arriba, con ambas manos a la altura de los hombros, en la izquierda su cigarro; comenzó lentamente a moverse, casi como una anciana, al compás de la música.

(*) Aun no lo decidí, pero la intención es que tenga un tono dramático, que sea cantado por una mujer. Pensé en un tango, pero está a definir próximamente.



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